Siempre he escuchado hablar de la crisis de los 25
y honestamente pensé que eso no existía o que simplemente no iba a padecer de
ella, peeeeeeeero como se imaginaran o como ya adivinaron por el título de esta
entrada, efectivamente estoy viviendo la crisis de los veintitantos.
Estoy 100% seguro que junto a los “chavalos y chavalas” de mi
generación voy corriendo a la velocidad de la luz hacia edades que hace no
mucho tiempo nos parecían tan adultas y lejanas. Y a más de una he escuchado
decir “ay ya estoy vieja” o “cuando era joven”.
No quiero ser pesimista pero los 25 parecen ser la
edad del desaliento, por alguna extraña razón uno siente que llegó a un punto
sin retorno y la juventud comienza a verse como una cosa distante y que se
aleja cada vez más rápido.
Y lo peor no es tener los 25 años, lo peor es lo
que conlleva tener esa edad. Las pláticas con mis amigos ya no son sobre la
universidad, sobre amores platónicos ni chavaladas, ahora se habla de bodas,
divorcios, crisis financieras y muchos otros malestares que aquejan a las personas
adultas. Males que ahora nos aquejan a nosotros. Hasta me duele el corazón
cuando admito que soy adulto.